Testigo de tu marcha es esta pena
que traspasó mi carne una mañana.
Testigo mi dolor de tierra cana
al contemplar partida tu azucena.

Me duele ser testigo de la arena
que cubre tu quietud de porcelana;
de la pesada piedra, dura y plana,
que separa mi voz de tu colmena.

Testigo es esta prueba dolorosa
que nos mandó el destino silenciosa,
reclinando tu tallo largamente.

Testigo es la amargura cotidiana
que preside mis horas y devana
copioso llanto de mi propia fuente.

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