El poema es pálido y noble.

No cambia nada, no curva colinas, no

da una sola fruta roja, ni

hace el ruido de quien arranca

un pedazo de pan para dar

un pedazo de pan.

Se acuclilla en un rincón y

no se queja.

Vive en todo lo que se alza

al aire y de nacer.

Ni pide que lo visiten.

Le basta con lo que no sucedió.

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